La luz del sol puede resultar beneficiosa para el organismo, nos aporta vitaminas y energía. Sin embargo, es fundamental usar protección solar, para evitar ser vulnerables a los rayos UV y que la exposición al sol no dañe nuestra piel.
La piel es el órgano más grande del ser humano. Nos protege de los elementos externos que nos pueden dañar, regula la temperatura corporal, la pérdida de agua y nos aporta el sentido del tacto. Por eso, es tan importante cuidarla y evitar dañarla, evitando así alteraciones y reacciones.
Además de hidratación y correcta limpieza, es fundamental la protección frente a la exposición del sol, y no estoy hablando solamente del verano, sino durante todo el año.
Si bien el verano es la estación en la que la radiación es más intensa, nuestra piel – y en especial la de nuestro rostro – está igualmente expuesta en primavera, otoño e invierno. Aunque el día parezca nublado, los rayos ultravioleta nos afectan de igual forma.
La protección de nuestra atmósfera se debilita, año tras año, haciendo que la radiación se haga cada vez más fuerte. Por eso, debemos proteger nuestra piel usando protectores y bloqueadores solares durante todo el año y a diario, en nuestro rostro y cuerpo, en todas las ocasiones en las que lo exponemos al sol.
El protector solar se aplica, como prácticamente todos los cosméticos, sobre la capa más externa de la piel.
La epidermis está compuesta esencialmente por queratinocitos. El tipo de célula principal de la epidermis encargada de producir la proteína llamada queratina que ayuda a la piel a proteger el resto del cuerpo. Esta proteína hace la función de barrera protectora frente a agentes externos y de evitar que perdamos líquidos.